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Javier Velasco

Don’t fence me in

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  • 00:00
Artist
Javier Velasco
Title
Don’t fence me in
Year
2003
Duration
4 min 15 s
Format & Technical

Two channels, SD video, Colour, Sound

LOOP Edition
Ed. 2005
Presented in LOOP by
Galeria Trama

Javier Velasco recurre en la video performance Don’t fence me in al dolor y a la experiencia de prácticas de autocontrol, auto mortificación, que han estado presentes en las culturas de tradición religiosa durante siglos. Prácticas que buscaban la negación del cuerpo y a la vez su utilización para la búsqueda de “valores más altos”. Entre estas prácticas se encontraban los cilicios que hincaban en la carne, en una búsqueda enfermiza del control de la mente. Es una mortificación que no transciende al exterior. Es decir, nos podemos cruzar por la calle con estas personas, aparentemente, externamente “normales”, en cuyo interior se debate la batalla de la inmolación. Una situación que solo se hace evidente en ámbito doméstico, en lo interior, donde se revelan como realmente son. Por fuera pasan inadvertidos a la muchedumbre, buscan el anonimato, el diluirse en la masa. Nos cruzamos con ellos por la calle sin descubrir su “diferencia” y mucho menos su “misión”.

Estas prácticas conducen a un control de los apetitos y de los deseos que rayan en lo fanático, en lo fundamentalista, hasta la alienación de la personalidad y la creencia de ser elegidos, ungidos. El sacrificio les libra de las esclavitudes de la carne. Por esta razón castigan su cuerpo y por esta misma razón se entregan a la muerte como meta de su anonadamiento.

Javier Velasco utiliza estos recursos, pero despojándolos de su significación religiosa y moral, para hablarnos, una vez más, de la diferencia entre nuestro interior y nuestro exterior. Para hablarnos de cómo lo psíquico puede dominar a lo físico hasta llegar a agredirlo, a anularlo. Para denunciar esta situación y alertarnos de su peligro.

Hay una tremenda significación en el video y en la serie fotográfica que lo acompaña. Es una obra en la que bajo una apariencia de belleza y utilizando los recursos ciertamente poéticos del lenguaje del cuerpo, del color y de la luz, nos presenta la capacidad de agresión y de transformación de uno mismo.

Pero esta belleza no oculta la tragedia, la mente enferma, el ser anonadado. Es esta anulación de la razón la que nos da miedo, la que nos aterroriza, porque somos conscientes del poder que puede llegar a tener una persona que se cree elegida. Es un proceso de terror que no controlamos, es una fuerza inaprensible que domina el lado oscuro de la mente, el más oscuro, donde se alojan las alucinaciones. En el fondo lo que nos produce repugnancia no es el dolor ni las marcas de los cilicios, lo que nos da miedo es lo que pueden estar pensado ese hombre y esa mujer que nos miran, que pueden estar ahora junto a nosotros. Nos da miedo el poder de una mente enferma.

Nos sentimos intrigados por conocer el final de esta historia que se nos escapa, que pretende engañarnos. Queremos apartar nuestra mirada, no sentirnos parte de su mundo. Nos da grima, nos repugna. Nos sentimos acosados y no queramos que nos acorralen con sus mensajes de salvación.

Juan-Ramón Barbancho

Doctor en Historia del Arte

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