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Aprendiendo de los líquenes, ensayando el porvenir
Como nos enseña su etimología griega, una crisis define un momento de separación o ruptura radical entre un antes y un después. Al mismo tiempo, evidencia un vacío y, por tanto, produce un espacio fértil para el análisis y la reflexión. En este punto de tensión entre la inercia del status quo y su brusca alteración emerge entonces el horizonte de la posibilidad, un contexto –privilegiado, esto sí– para imaginar o ensayar el futuro porvenir.
En uno de los primeros artículos que componen la serie recién publicada por Caja Negra, titulada Crónicas de la psicodeflación, Franco Bifo Berardi reflexiona sobre la pandemia actual y sostiene que el virus, entre otras cosas, ha generado «la condición de un salto mental que ninguna prédica política habría podido producir» En otras palabras, una contingencia crítica para repensar el espacio-tiempo que ocupamos y acabar con las patologías estructurales de un sistema ya al borde del colapso.
Aunque los efectos socialmente positivos no son visibles en lo inmediato, estos ejercicios de imaginación podrían sentar las bases para construir un horizonte colectivo más inclusivo. De hecho, si por un lado el contagio ha llegado a exponer los cuerpos, individuales e institucionales, en tanto que entidades increíblemente vulnerables, por el otro ha acentuado la insostenibilidad de un sistema basado en la supremacía humana frente a la proliferación interespecies.
Hay que «seguir con el problema» –insiste la teórica Donna Haraway–, desentrañarlo desde dentro para reconfigurar nuestra relación con el planeta tierra y sus habitantes. Se trata de adoptar la fabulación especulativa como metodología alternativa de trabajo y pensamiento, y de construir relatos visionarios que infecten y se apropien de las instituciones para reconfigurarlas.
Quizás, deberíamos aprender de los líquenes, de los corales y de todos aquellos organismos que viven en relación simbiótica. Quizás, sea efectivamente el pensamiento eco-socialista, o «tentacular», una vía posible para frenar la maquinaria esquizofrénica de la producción neoliberal: pensar junt*s, co-laborar, con-vivir.
Sin ser sectores totalmente libres de contradicciones, la cultura y el arte podrían entonces convertirse en espacios de encuentro para fomentar el cambio, germinando nuevas relaciones al margen del relato construido por las instituciones tradicionales. Desde el horizonte de la creación artística, los inicios del videoarte podrían propiciar herramientas muy valiosas: de ese momento se deberían recuperar el ímpetu político y la urgencia compartida en debatir cuestiones como el acceso democrático a los medios, las aspiraciones de igualdad y el sentimiento de comunidad.
El cansancio emocional, físico y social provocado por la incertidumbre –y, demasiado a menudo, por la precariedad y la ausencia de sistemas de tutela colectivos– es innegable. Es probable, también, que el cuerpo enfermizo de la sociedad tarde en curarse, pero vale la pena intentarlo.
Atravesando estas complejas circunstancias, en su edición 2020 el Festival LOOP propone una programación híbrida, presencial y virtual, construida de la mano de profesionales y entidades comprometidas con la creación de esos espacios de intercambio y reflexión tan necesarios ahora.
Destacando especialmente el entramado artístico local y sus colaborador*s, los proyectos que conforman la programación explorarán finalmente, y de forma natural, algunas preocupaciones comunes y recurrentes al momento actual. ¿Cómo nos relacionamos con lo que nos rodea, ya sea el paisaje natural, el contexto urbano o los cuerpos cercanos de los objetos y de los otros seres vivientes?
Carolina Ciuti, Directora Artística