Franco Piavoli nació en 1933 en un pueblecito de Lombardía llamado Pozzolengo y, sin moverse de esta región, se ha convertido en un autor universal gracias a una mirada refinada y muy personal sobre su entorno rural y el comportamiento ancestral del hombre.
En su cine, apreciado por Ermanno Olmi, Andréi Tarkovski, Jean Rouch, o Stan Brakhage, abarca aspectos trascendentes de la existencia como la infancia, la vejez, el amor o la solicitud; transmite con lirismo el paso del tiempo a través de los ciclos de la vida y de las estaciones, tiene la voluntad de plasmar el equilibrio armonioso de la naturaleza y de redescubrir con nostalgia la belleza de los paraísos perdidos, de la vida sencilla.
Con solamente cinco largometrajes y un puñado de cortometrajes realizados con la minuciosidad y la paciencia de un artesano (él mismo escribe, dirige, fotografía y monta sus películas), Piavoli mezcla hábilmente el documental y la ficción, y explora, sin necesidad de diálogos, el misterio del mundo que nos rodea, con una cámara muy atenta a la poesía intrínseca de los movimientos, de las luces y de los sonidos que nos ofrece el latido de la naturaleza.