Una selección de vídeo acerca de la música y más allá.
A lo largo de los siglos se ha debatido mucho sobre el significado de la música y de la composición como formas lingüísticas. Aunque resultaría complicado afirmar la universalidad del lenguaje musical sin caer en generalizaciones apresuradas, se puede decir que la música también es una herramienta de comunicación, con sus códigos específicos de expresión y representación, una entonación y un vocabulario propios.
Como en el caso de la variedad lingüística (‘dialectos’) para distinguir los hablantes de un mismo idioma, en ámbito musical también se puede diferenciar entre géneros o estilos diversos. Según la clasificación académica, los factores a tener en cuenta en este caso serían la ‘instrumentación’, el ‘diseño’ y la ‘intención’ de una composición, así como sus ‘particularidades culturales’ y el ‘entorno histórico y geográfico’ de su producción.
De acuerdo con esto, se pueden identificar géneros que utilizan instrumentos musicales clásicos o acústicos, y otros que están producidos de forma virtual, con matices electrónicos y sintetizadores; hay géneros que son una mezcla de músicas distintas, y otros que reivindican su purismo. Algunos siguen una partitura exacta y otros se basan en la improvisación. Existen composiciones pensadas para acompañar el canto o el baile, así como para causar momentos de recogimiento y reflexión. Existe la música tradicional o popular, así como la evangélica o religiosa. Existen ritmos fruto de movimientos juveniles de oposición al sistema, así como letanías repetidas a un santo o melodías de reivindicación obrera.
Como quiere mostrar esta selección de vídeo, podríamos decir que la música es un fenómeno híbrido, diverso, plural, heterogéneo, pero presente en la cotidianidad o en la memoria de cada uno. Una herramienta de comunicación con un fuerte carácter político, social, litúrgico, visionario o de entretenimiento.
Así, en Helicon (2018) del artista Fito Conesa (Cartagena, 1980), escuchamos un canto místico dirigido a la Tierra antes del Apocalipsis; y en Reclamar el eco (2012) de Marco Godoy (Madrid, 1986) los lemas pronunciados en las manifestaciones de protesta en España. Amapola (2017) de Teresa Serrano (Ciudad de México, 1936) propone una triste melodía que celebra la resistencia simbólica de la flor ante secuestro por la red de narcotráfico en México, mientras que Glorias de un futuro olvidado (2016) de Adrián Melis (La Habana, 1985) presenta un grupo de mujeres que recuerdan su pasado en la época de la Cuba Capitalista a través de unas canciones. Por otro lado, Wonders (2016) de Carles Congost (Olot, Girona, 1970) utiliza recursos cercanos al biopic musical y a la performance para reflexionar sobre las repercusiones sociales y personales del éxito y el fracaso; y Dancehall Weather (2017) de Cecilia Bengolea (Buenos Aires, 1979) propone una mezcla de varios videos coreográficos filmados entre 2014 y hoy, dónde la música de dancehall constituye un importante momento de afirmación y agregación.
Podríamos reafirmar, entonces, que el significado (o interpretación) que se atribuye a la música tiene que ver, esencialmente, con el horizonte cultural desde el cual se produce o se escucha, pero que su existencia se constata de un lado a otro del planeta, como una resonancia, una repercusión, o un reflejo continuo. Un eco infinito más allá de tiempo y espacio.