digital, HD
He aquí el objeto en todo su esplendor; un archivo de cuerpos queer, un arsenal de hallazgos disidentes, una capilla de entidades despreciadas, un gabinete de materia desobediente. El escepticismo hacia lo llamado inanimado, –‘sin alma’-, artificial o inmaterial se está revisando en la edad del realismo agencial; un campo fundado por la física-teórica Karen Barad. ¿Realmente la digitalidad no tiene peso? ¿Realmente el objeto y lo artificial no experimentan afecto? ¿Son mudos de verdad? Según la física, somos todos seres sometidos a las mismas fuerzas fundamentales, desde las partículas elementales hasta los elefantes. La unidad básica que comparte la existencia— la sólida/líquida/biológica/gaseosa/mineral— es la vibración y, por lo tanto, la maleabilidad de mutar y convertirse en. Constituimos, pues, una fenomenología colectiva cultivada por una potencialidad y afectividad común, un intercambio dialéctico incesante, una latencia frenética y errática. Este diálogo es la fricción, el roce incandescente entre sujetos, es un fenómeno coral que sucede a niveles a menudo desapercibidos. Mirad como el neón os acaricia, como los destellos os interpelan, como el objeto os habla.